El disfraz de la tiranía

Ninguno está más irremediablemente esclavizado
que aquellos que falsamente creen que son libres”.
—Johann Wolfgang von Goethe—

Por: Carolina Contreras

“Lo único más grande que el poder de la mente es el coraje del corazón". —John Nash—.

La esclavitud tiene varias versiones pero el núcleo siempre es el mismo: la víctima no está dirigiendo sus propias acciones; está siendo dirigida como una máquina (1).

The Matrix —uno de los tesoros del cine— mostró que el fenómeno crucial es que hoy tenemos la mente cautiva. Está en una prisión que no se puede ver, oler, ni tocar.  

En el epílogo de su Historia de las Drogas, Antonio Escohotado escribió: “Tras apoyarse sobre mecanismos de presión externa, la gran apuesta del poder contemporáneo es mandar desde dentro como controlador cerebral” (2).

Los esfuerzos de nuestros gobernantes están dirigidos a controlarnos desde dentro, al nivel del puro influjo, al nivel de la percepción.

Ellos diseñan y manipulan el rango de lo perceptible, los escenarios en los que nos podemos desenvolver, las ideas aceptables y las metas que nos trazamos a lo largo de la vida. Son criaturas obsesionadas con conseguir que nadie pueda escapar a la vida premeditada e insustancial que ellos se han autoimpuesto. 

Pero eso no significa que los tiranos no sean extremadamente hábiles e inteligentes, pues están impidiendo que las personas se den cuenta de lo que son y de lo que pueden hacer.

Lo indiscutible es el éxito de sus artimañas.

Lo indiscutible es que vivimos en un planeta prisionero que aceleradamente se está convirtiendo en un hospital gigante (3).

Lo indiscutible es que son pocas las personas que saben de lo que estoy hablando pues varios están inmersos en el sistema de posibilidades, castigos y recompensas ideado por los propagandistas profesionales.

La función de la Propaganda y de las Relaciones Públicas (PR) es manipular, moldear, alterar y, por encima de todo, reducir los niveles, el rango y el espectro de la percepción.

Los propagandistas saben cómo conseguir que las personas no puedan ver lo que tienen al frente de sus narices. Ellos saben cómo incrustar velos en los ojos; velos que distorsionan; velos que enceguecen; velos que destruyen el campo visual.

Pero saber que existe una prisión para la mente, y que los PR son los encargados de mantenerla encerrada, no es lo mismo que entender cómo funciona, ni cuáles son las estrategias utilizadas por los carceleros.

Un barco lleno de huecos

Ellis Medavoy (seudónimo) fue un maestro de la Propaganda y las Relaciones Públicas (PR). “Él sabe cómo se inventan las historias para consumo del público y qué tan grandes son las mentiras que se apilan”. 

Las entrevistas que Jon Rappoport le hizo a Medavoy (LINK) son una fuente épica para entender qué son y cómo funcionan las operaciones de la Propaganda, particularmente en la arena médica, en la que Medavoy se especializó (4).

De acuerdo con Medavoy, la imagen contemporánea del médico está construida sobre la noción monoteísta de que la persona necesita un intermediario —un sacerdote— si quiere obtener la salvación y liberarse del sufrimiento.

Los psiquiatras personifican ejemplarmente el rol de redentores de la Humanidad. Salvan y liberan del sufrimiento, jugando a contrarrestar con un coctel de pastillas las frustraciones y conflictos de la vida.

Según Medavoy:

 “La psiquiatría sobrevive solamente gracias al excelente control de las relaciones públicas. Es un barco lleno de huecos. Pero ha logrado atravesar mares agrestes. Ha ocultado su agenda y sus fallas —que son incalculables— y ha emergido con una reputación que es muy difícil de desafiar".

"Su conexión con los grandes medios está increíblemente entretejida…".

"Las relaciones públicas se han dirigido a convertir la mente humana en propiedad exclusiva de la psiquiatría. Ese es el diseño de la operación. Ha funcionado y sigue funcionando”.

La Propaganda puede haber convertido la mente en propiedad exclusiva de la psiquiatría pero no tiene la capacidad para convertir la mente en el cerebro. Puede inventar mentiras muy complicadas al respecto, pero hasta ahí.

La mente no es un órgano, no se manifiesta de forma material, no puede descifrarse en un laboratorio. Por eso es que el concepto de salud mental sólo existe en sentido metafórico (5).

No obstante, la psiquiatría insiste en afirmar que las “enfermedades mentales” son defectos del cerebro o los procesos cerebrales, siendo su más reciente argucia el aludir al exceso o la escasez de algún neurotransmisor.

Persiguiendo esta teoría indemostrable “lo único que ha conseguido [La Psiquiatría] son varias formas de sedar y convertir en vegetales a las personas. El verdadero conocimiento sobre la mente escapa a su dominio al igual que las terapias útiles. No ha avanzado más allá de la idea de dañar el cerebro para mitigar síntomas” (6)

Eso es lo que hace la charlatanería certificada.

Ninguna de las más de 300 enfermedades enunciadas y deficientemente definidas en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, conocido como el DSM —LA BIBLIA de la psiquiatría— puede diagnosticarse utilizando métodos objetivos como exámenes de laboratorio.

Es una “ciencia” cuyo conocimiento se construye de la siguiente forma: los psiquiatras con más prestigio se reúnen para clasificar a su antojo menús de comportamientos y estados de la consciencia. Ellos renombran la Timidez como “Desorden de ansiedad social”, y les ofrecen a sus pacientes venenos extremadamente tóxicos como “tratamiento” para su “enfermedad”. 

También han redefinido los comportamientos infantiles como trastornos a ser tratados con drogas que, en el mejor de los casos, impiden el desarrollo del cerebro.

Los niños ya no son Inquietos, tienen Trastorno de Hiperactividad. Los niños ya no se aburren en clase, tienen Trastorno de Déficit de Atención. Cuando son inquietos y están aburridos son “diagnosticados” con la etiqueta ADHD (Trastorno con Déficit de Atención por Hiperactividad).

Pero la mente no puede estar enferma porque la mente es como el espíritu: podemos decir metafóricamente que tenemos el espíritu enfermo, pero eso no significa que podamos curarlo a punta de pastillas, ni “restablecer su equilibrio químico”.

Piensen en eso. Reflexionen sobre lo que significa que la mente no tenga una manifestación material. Los intentos por curar con fármacos algo tan etéreo e inmaterial como la mente, carecen de sentido.

Pero que “la psicología y la psiquiatría biológicas sean una perversión total de la medicina y la ciencia, y un fraude” —como dijo el neurólogo Fred Baughman—, no impide que sean un arma de control apoteósica, sagazmente empleada por los que han convertido en arte el despreciable oficio de la estigmatización.

Así, los individuos están indefensos ante una Psiquiatría volcada sobre procedimientos y fármacos que producen efectos análogos a, y son aún más destructivos que, la lobotomía, los cuales se aplican en contra de la voluntad de la víctima si los psiquiatras lo consideran oportuno.

Este es el escenario que hemos creado por nuestro apetito voraz de proteger a la fuerza la salud mental ajena (7).

La estrategia del moralismo

Los propagandistas se han encargado de encender el sentimiento moralista —que es tan marcado en nuestra era— porque su estrategia principal consiste en hacer que la gente olvide que hay una diferencia entre la libertad y “lo que es correcto”.

La regla de la libertad es: vive tu vida a tu forma sin coartar la libertad de los demás.

Pero la Propaganda ha vendido la idea de que si algo se considera malo (como la heroína), nadie debería poder usarlo y que esa conclusión es la que representa la libertad.

Dice Medavoy: “La gente está convencida de que la libertad consiste en obligar a que los demás hagan lo que es correcto, lo que es completamente absurdo”.

Esta conclusión se impuso cuando los manipuladores sociales entendieron que para controlar personas y lavar cerebros necesitaban destruir la importancia primordial de la libertad y vendieron un nuevo concepto: “la moralidad está por encima de la libertad”.

Fue una operación enmarcada en la técnica de Divide y conquista. Su primer resultado fue la Ley Seca implementada en EE.UU. en 1920.

La inducción de la fiebre moralista también destruyó lo “moralmente correcto” pues nadie puede aprehender el significado y magnitud de la moralidad a través de la coerción ni de la ley.

Dice Medavoy:

Si las personas alrededor del mundo no se pudieran mover mediante mecanismos moralistas, la Medicina no sería una política oficial y el alcance de su guerra bioquímica sería insignificante”.

“Artículos y testimonios aparecen en los medios —LOS MEDIOS SON LA VOZ DE LOS MANIPULADORES, nunca olviden ESO— y lo que se dice es: debemos derrotar la enfermedad X, tenemos la obligación de derrotar esta terrible plaga, nadie tiene el derecho a oponerse a este esfuerzo humanitario, solamente un criminal o una persona peligrosa se opondría a que se derrote esta enfermedad…”.

“Activas los tornillos morales, a veces suave y a veces muy duro. Y la gente salta. Necesitas que salten. Si no saltan, no apoyan las campañas masivas de vacunación y la repartición masiva de drogas médicas y todo lo demás. Como ves, está el aspecto moral implantado y todo procede de ESO, y como una persona de PR tienes que encontrar una forma de incrustárselo al público”.

Añade:

“Las personas ahora están tan condicionadas para recibir el mensaje moral, que basta con enviarlo una o dos veces y enciendes su motor. Están listos para el paisaje moral y cuando llegas con el mensaje de drogas mejores y más baratas, y el mensaje de las vacunas, son tuyos”.

Entretejer este sentimiento moralista/religioso con la idea de que la Medicina representa la Ciencia Absoluta, ha mostrado ser una estrategia ganadora porque nadie quiere criticar lo que es correcto, nadie quiere ser conocido como la persona que se opone a la racionalidad absoluta. El que se atreva a criticar es considerado un demente o un demonio. Por lo general los dos.

En el nombre de la salud

Analizar los mecanismos de la Psiquiatría permite entender que sus principales tratamientos son terapias de daño cerebral. Lo que tienen en común el electroshock, el coma insulínico, la lobotomía y las drogas psiquiátricas  es su facultad para atrofiar el cerebro.

Si quieren entender hasta donde llegan los alcances de la Propaganda, les recomiendo que analicen detalladamente los estudios “científicos” que respaldaron la aprobación de las drogas psiquiátricas. También es un método brutal para entender hasta dónde llega el daño que se puede generar sin inmutarse.

No se puede demostrar que algunos compuestos químicos arreglen el alma. Es IMPOSIBLE. Lo puede concluir cualquiera que sepa pensar.

Lo que sí es muy posible es diseñar drogas que atacan el cerebro. Cada vez son más exorbitantes los esfuerzos y los montos de dinero dirigidos a su diseño, producción y distribución.

¿El resultado?

Drogas que matan y que llevan a las personas al borde del abismo, de la violencia y de la desesperación. (8)

Drogas que inducen el suicidio, que sumergen en una demoledora e inaguantable turbulencia interior, que desmantelan las habilidades motoras y que arrasan con la memoria.

Drogas que disminuyen y atrofian todas y cada una de las funciones cerebrales, que catapultan la diabetes, la obesidad y el riesgo de infartos, que desembocan en procesos inflamatorios mortales y que promueven las fallas de todos los órganos.

Drogas que anulan la capacidad para sentir afecto, que eliminan el interés por la vida y que disparan los brotes intempestivos de violencia.

Y sin embargo, como afirma Medavoy, hoy es muy difícil desafiar la reputación de la Psiquiatría.

A pesar de que es un fraude colosal y que los inquisidores más sanguinarios se hubieran deleitado con la crueldad de sus métodos, la población está totalmente obnubilada y cree que la Psiquiatría es una ciencia, un triunfo del conocimiento y alaban sus drogas como si fueran un magnifico logro de la Medicina Moderna.

Aunque todas sus “terapias” están diseñadas específicamente para dañar las funciones más importantes del cerebro, el público no lo sabe.

No lo sabe porque IGNORA QUE LA LIBERTAD EXISTE.

No lo sabe porque está enceguecido por su deseo de imponer la salud en las vidas ajenas.

No lo sabe porque desconoce la lógica: no entiende que un abismo separa una teoría de un hecho demostrado, que un dato cierto no es una suposición y que una aseveración está a años luz de convertirse en evidencia.

No lo sabe porque, en lugar de rastrear los fundamentos de las “ciencias” que defiende fervorosamente, se dedica a atacar a los que las cuestionan (sin comprender que cuando no se pueden cuestionar los postulados de una ciencia, ésta deja de ser ciencia y se convierte en dogma), pues prisionero de la más paralizante ignorancia sólo puede clamar para que se silencien las voces que contradicen su indefendible camino hacia la salvación final.

Este es el público que se despierta de su perpetua letargia cuando se aprietan sus tuercas morales. Y cómo salta.

Mientras tanto, más de 500.000 ancianos mueren al año por usar las tan aclamadas drogas psiquiátricas (9).

Mientras tanto, el 80% de los niños de algunos de los orfanatos de EE.UU es “tratado” con estas maravillas farmacológicas porque si se convierten en vegetales son más fáciles de controlar (10).

Mientras tanto, bebés indefensos son recibidos en este mundo con inyecciones de mercurio, formaldehido, aluminio, látex, tejido fetal abortado y virus de micos enfermos, algunos de los componentes de las salvadoras vacunas.

Mientras tanto, Lisa Cosgrove y su equipo de la Universidad de Tufts, revelaron que de los 170 colaboradores que engendraron el DSM-IV —la biblia #4— 95 tenían vínculos financieros con la industria farmacéutica, incluyendo al 100% de los que escribieron las secciones sobre los Trastornos de los Estados de Ánimo y la Esquizofrenia

Mientras tanto, Allen Frances —el psiquiatra que lideró esa monstruosa edición— le dijo a Gary Greenberg en una entrevista para Wired que “no existe una definición de un desorden mental. Es pura mierda. Lo que quiero decir es que no se puede definir”. Frances, una estrella de la psiquiatría, ese que Daniel Goleman llamó “quizas el psiquiatra más poderoso de América”, dijo que las enfermedades mentales “son conceptos virtualmente imposibles de definir de una manera precisa, con delimitaciones claras en los contornos”.

Mientras tanto, Marcia Angell, la que fuera la editora jefe del New England Journal of Medicine —una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo— expuso que la industria farmacéutica ha perfeccionado una nueva y muy efectiva forma de expandir sus mercados.

“En lugar de promover drogas para tratar enfermedades, han empezado a promover enfermedades que encajan con sus drogas”.

Según Angell:

“Pareciese que la estrategia de los comercializadores de drogas —que ha sido excepcionalmente exitosa— es convencer a los americanos que únicamente existen dos tipos de personas: aquellos que tienen condiciones médicas que requieren tratamiento con drogas y aquellos que no lo saben aún”.

Mientras tanto, se libra contra la Humanidad una pavorosa guerra bioquímica, a través de medicamentos, vacunas, agroquímicos, pesticidas y comida, que los ciudadanos más “normales” celebran y agradecen con muestras de júbilo, obediencia y sumisión.

En nombre de la SALUD se cometen todos los crímenes imaginables (y los inimaginables) en contra de los humanos, pero en lugar de crimen, tortura y asesinato se llaman tratamiento médico.

Cuánta bondad. Cuánta moralidad. Cuánta racionalidad. Cuánta ciencia.

El siglo XXI está enfrentando las consecuencias de que la Tiranía haya logrado disfrazarse tantos años. Es sólo un disfraz más, uno más de los tantos que ya ha usado.

Con las Colonizaciones se vistió de exploración, con la Santa Inquisición se vistió de religión, con la Democracia se vistió de política.

HOY EL DISFRAZ DE LA TIRANÍA TIENE NOMBRE DE SALUD.

La psiquiatría, las políticas de vacunación y la patraña del Sida, por nombrar algunas de sus gemas, son terrorismo y genocidio puro y duro: mecanismos para aterrorizar a la población y enmascarar la tortura y el asesinato que se comete contra un público ingenuo e ignorante en nombre del DERECHO A LA SALUD.

Es imperativo que reflexionemos larga y profundamente sobre lo que implican las palabras de Ellis Medavoy:

“Si una proporción importante de personas entendiera que todos podemos vivir siguiendo la regla de la libertad— haz lo que quieras mientras no interfieras con la libertad de los demás— si números grandes de personas realmente lo vieran, y lo incorporaran y vivieran acorde a esta regla… nunca hubiera tenido una carrera en la Propaganda. La Propaganda no hubiera funcionado".

"PARA QUE LA PROPAGANDA FUNCIONE EN CUALQUIER FORMA, LA GENTE TIENE QUE HABER OLVIDADO LA REGLA DE LA LIBERTAD.”

Y la seguimos olvidando.

Lo estremecedor es que una sociedad teledirigida por influjos subliminales arrastra orgullosamente sus cadenas mientras avanza por las espeluznantes tinieblas de la Conquista de la Enfermedad.

La buena noticia es que un grupo de individuos independientes ha conservado en su alma lo necesario para manifestar en este mundo las formas de la libertad, ejerciendo una resistencia tenaz que aumenta con el pasar de los días.

Por eso, cada voz cuenta. 

Por eso es que tenemos que entender las intenciones de las facciones y los alcances de las armas empuñadas en esta escabrosa y sigilosa contienda. 

Por eso debemos comprender –como nos recordaron los Shulgin-- que, por encima de todo, ser humano significa ser un alma que elige en lo que se convertirá, lo que hará, y con qué se aliará.

Por eso quiero recordarles las palabras de Don Juan:

“Nuestros semejantes son magos negros. Y cualquiera que esté con ellos se convierte en un mago negro en el acto. Piensa por un momento: ¿puedes desviarte del camino que tus semejantes han elegido para ti? Y si sigues con ellos, tu pensamiento y tus acciones quedan fijados para siempre en sus términos. Eso es esclavitud".

"El guerrero, por otro lado, está libre de todo eso. La libertad es costosa, pero el precio no es imposible de pagar. Entonces, témele a tus captores, a tus amos. No desperdicies tu tiempo y tu poder temiéndole a la libertad”.

Es imprescindible que no lo desperdicien, pues lo que han leído es una muestra de lo siniestra que ha llegado a ser la guerra por conquistar la mente de los hombres.

NO DEBEN GANARLA LOS TIRANOS.

 

Carolina Contreras

Carolina es escritora e investigadora, economista e historiadora. Escribe colecciones de literatura para www.ellibrototal.com y tiene www.lapapeleta.com, un blog para espíritus independientes. www.lapapeleta.com es su forma de borrar los límites y de ofrecerle a los demás sus ganas desaforadas de explorar, encontrar, saber y arder con la verdad.

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Créditos imagen: Copyright: <a href='http://www.123rf.com/profile_lightwise'>lightwise / 123RF Stock Photo</a>

(1) Esta es una frase traducida y ligeramente modificada del brillante hipnoterapista Jack True. Aparece en la extraordinaria colección de Jon Rappoport, The Matrix Revealed (La matriz revelada). Esta colección, así como todo el trabajo de Rappoport, representa la posibilidad de entender el mundo en el que vivimos de maneras que son generalmente imperceptibles y ofrece una serie de espectaculares herramientas para empezar a dimensionar cuáles son las posibilidades reales de la mente humana. 

(2) Antonio Escohotado, Historia de las Drogas 3, Alianza Editorial, 1998, Madrid, p. 371. 

(3) El concepto de Hospital Gigante es de Jon Rappoport.

(4) La fuente principal para exponer las estrategias y operaciones de la Propaganda son 2 entrevistas que Rappoport le hace a Medavoy y que aparecen en el primer volumen de la colección The Matrix Revealed, con fechas de Marzo 16 y Marzo 23 de 2001. Todo lo que digo sobre el funcionamiento de la Propaganda viene de la exposición de Medavoy y cuando hablo al respecto estoy parafraseando y reeditando lo dicho por él. Cuando la traducción es literal la incluyo entre comillas. Si alguno está interesado en profundizar en estos temas no puedo más que recomendarle que compre esta colección, que es profundamente reveladora y revolucionaria.

(5) Thomas Szasz fue un psiquiatra que luchó incansable y magistralmente contra de la tiranía la psiquiatría. Expuso devastadoramente el Mito de la enfermedad mental, con su primer libro. Toda su obra es un deleite para la mente y un instrumento inigualable para entender dónde se trazan los límites entre la ciencia y el cientifismo, cuál es el rol que la psiquiatría ha tenido como mecanismo de control social, y la importancia de distinguir tajantemente entre una metáfora y un algo real. Es uno de mis héroes y recomiendo todos sus libros. 

(6) Traducción de un comentario que le hace Terry Messman a Robert Whitaker en la entrevista para Street Spirit, "La historia no contada de crueldad, tortura, eugenesia y daño cerebral de la psiquiatría". 

(7) Acá estoy parafraseando algunas de las conclusiones a las que llega Escohotado en su ya citado libro Historia de las Drogas 3

(8) En este artículo pueden encontrar todas las fuentes que yo estudié para entender los efectos de las drogas psiquiátricas. Aparecen explícitas al final del escrito. Yo empezaría por Toxic Psychiatry, de Peter Breggin, The emperor's new drugs, de Irving Kirsch y Anatomy of an Epidemic de Robert Whitaker.

(9) Estos datos aparecen en un artículo publicado por el British Medical Journal el pasado 12 de mayo, basado en una investigación hecha por el admirable Profesor Peter C. Gøtzsche.

(10) Las investigaciones analizadas y presentadas por Robert Withaker en su libro Anatomy of an Epidemic (Anatomía de una epidemia) contienen datos tan escabrosos como estos. El libro de Withaker es imprescindible para empezar a entender el repugnante canibalismo que rodea las drogas psiquíatricas y su utilización en niños. Es una obra maestra desgarradora. Igualmente, Whitaker desarrolla estos temas y sus implicaciones en una extensa entrevista que le concedió a Terry Messman, para Street Spirit, "La historia no contada de crueldad, tortura, eugenesia y daño cerebral de la psiquiatría". Escalofriante. 

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