¿Ciencia u obediencia?

 

"Para entender la "seguridad" de las vacunas,
necesitas saber varias cosas, incluyendo cómo
funciona el sistema inmunológico de un bebé
desde que nace, y lo que las vacunas generan
bioquimicamente en el cuerpo. Ese trabajo
nunca se ha hecho
". —Hilary Butler—.

Por: Carolina Contreras

Las vacunas son la varita mágica irrefutable. Curan todo y tienen cero problemas (excepto un brazo ulcerado o dos).

Miremos algunas de las cosas que nunca se discuten alrededor de estas perfectamente inofensivas varitas mágicas.

Si leen la información que ofrece el CDC (la agencia de vacunación que rige América) leerán sobre anticuerpos, porque la estimulación de anticuerpos es la piedra angular de la vacinología. Pero, ¿tiene sentido estimular anticuerpos arbitraria y artificialmente?

El sistema inmunológico está compuesto, al menos, por dos partes: la humoral (anticuerpos) y la celular. La parte celular es la que se alimenta de la buena nutrición y por eso las personas bien alimentadas son mucho más fuertes y saludables. Sin embargo, este es un sistema tan robusto y complejo que ni siquiera los inmunólogos entienden realmente cómo funciona.

“El sistema inmunológico sigue siendo una caja negra—afirma Garry Fathman, MD, profesor de inmunología y reumatología y director asociado del Instituto para la inmunología, transplantes e infección—. Es increíblemente complejo, consiste en al menos 15 tipos de células interactuantes diferentes, que expulsan docenas de moléculas diferentes en la sangre, que se comunican entre sí y batallan. Dentro de cada una de esas células se asientan docenas de miles de genes cuya actividad puede alterarse según la edad, el ejercicio practicado, el estado de vacunación, la dieta, el estrés, lo que quieran… Esa es una cantidad extremadamente impactante de partes móviles.  Y realmente no sabemos qué es lo que la vasta mayoría de partes hace, o debería estar haciendo…” (1).

Lean la última frase otra vez: “Y REALMENTE NO SABEMOS QUÉ ES LO QUE LA VASTA MAYORÍA DE LAS PARTES HACE, O DEBERÍA ESTAR HACIENDO”.

Tampoco nadie ha respondido a la investigadora y bióloga molecular Bonnie S. Dunbar quien desafió a “cualquier colega, médico o investigador científico que afirme que tenemos una comprensión básica del sistema inmunológico del recién nacido”.

Yo pregunto:

¿Dónde están las pruebas de que se ha dilucidado el sistema inmunológico humano? ¿Dónde podemos ver que no hay riesgos al alterarlo?

Si no hemos descifrado el funcionamiento del sistema inmunológico, ¿cómo podemos asegurar que las vacunas inmunizan?

¿Dónde está la evidencia que demuestra que las vacunas tienen la capacidad para prevenir enfermedades?

Lo mejor que se puede encontrar en la literatura médica es que las vacunas son “efectivas”.

Las vacunas se consideran efectivas cuando los fraudulentos estudios médicos muestran que la vacuna genera cierto tipo de anticuerpos. Pero, ¿dónde está la evidencia de que la incrustación hipodérmica de anticuerpos garantiza inmunidad alguna?

Después de todo, si a uno le encuentran anticuerpos para el VIH esto constituye (según los alópatas) evidencia irrefutable de que a la persona le va a dar SIDA.

Para la ciencia oficial —un oxímoron— si las vacunas generan el anticuerpo, éstos son considerados anticuerpos de protección, pero si la persona adquiere los anticuerpos, éstos son considerados indicadores de enfermedad inminente. Muy coherente. 100% científico.

Un anticuerpo no puede representar inmunidad y enfermedad al mismo tiempo. Por lo menos no en el mundo de la racionalidad, que es la cualidad mínima que esperamos de la ciencia.

Contradicciones así muestran que los “expertos” saben más de propaganda e intimidación que de ciencia.

Paul Offit —pediatra experto en vacunas, inmunología y virología, co-inventor de la vacuna del rotavirus y miembro del Comité Asesor sobre Vacunas del CDC —dice:

Yo creo que la ciencia debería ser aceptada sin preguntas. Yo soy un doctor. Yo soy un experto científico. Yo decido lo que la ciencia es. Usted, por el otro lado, es sólo un padre. Si usted no respeta mis credenciales científicas y médicas, o se opone a seguir mi consejo, yo pienso que el Estado debería quitarle a sus hijos”.

Aunque el trabajo del científico es dudar, uno de los expertos mundiales en vacunas afirma que la ciencia debe ser aceptada sin preguntas. “¡Déjense inyectar! ¡Obedezcan! ¡Cierren el pico! Los doctores decidimos qué es la ciencia. ¿Evidencia? Nosotros decidimos qué clasifica cómo evidencia. Lo que dicen los que “sólo son padres” son anécdotas irrelevantes”.

La arrogancia y la intimidación son las herramientas de la autoridad.

Si un padre cuestiona las vacunas, recibe esta respuesta: “Si no lo vacuna con nuestras vacunas, que son seguras y efectivas, y su hijo muere como consecuencia de una de las peligrosas enfermedades que se pueden prevenir con vacunas, usted tendrá que vivir con la culpa por el resto de su vida y nosotros le recordaremos constantemente lo irresponsable que fue”.

Como los padres suelen carecer de conocimientos médicos, esas palabras son suficientes para conseguir que vacunen a sus hijos.

Apretar las tuercas de la culpa consigue obediencia.

Da para pensar que en un asunto en el que se invoca incansablemente la ciencia la gente actúe, no por la persuasión que provee la evidencia, sino por la habilidad que tienen las autoridades para conseguir obediencia.

Obedecer, del latin obedire, quiere decir someterse a la voluntad ajena, cumplir la voluntad de quien manda.

Nos vacunamos, no porque entendamos la ciencia que hay detrás de las vacunas (porque si la entendiéramos no lo haríamos) sino porque es un acto de obediencia a la Ley y a una incuestionable AUTORIDAD MAYOR.

Pero... lo incuestionable no pertenece a la esfera de la ciencia sino a la de la religión. Lo incuestionable no tiene que ver con evidencia sino con fe. Entonces, dejemos claro que vacunar es un ritual religioso y no un acto de prevención científica.

Cuando alguien traspasa la fe y empieza a buscar la evidencia de que las vacunas sí sirven para lo que se supone que sirven se lleva varias sorpresas. Buscar y no encontrar ayuda a despertar del hechizo.

En palabras del Dr. Ted Koren: 

“Uno cree que existen toneladas de estudios que muestran que los niños vacunados son más saludables que los no vacunados. No existe un sólo estudio que demuestre eso… ni uno. Cada vez hay más estudios que demuestran que lo opuesto es lo cierto: Son los niños vacunados los que tienen autismo. Son los niños vacunados los que tienen alergias, los que tienen asma, los que tienen problemas neurológicos, los que tienen sistemas inmunológicos débiles, los que tienen problemas de personalidad, son los vacunados los que tienen cáncer… no los niños que no están vacunados”.

Entre 1983 y 2015 se incrementaron en 370% las dosis de vacunas que reciben los niños menores de 6 años. En 1983 la tasa de autismo era de 1 en 10.000. Hoy está en 1 en 50.

¿Coincidencia?

Hoy el 50% de los niños padece alguna enfermedad crónica. Hoy, 1 de cada 6 sufre de una discapacidad del desarrollo (parálisis cerebral, epilepsia, retraso mental, ceguera, sordera, autismo, trastorno de hiperactividad y déficit de atención y otros “retrasos del desarrollo”).

Alterar lo que no entendemos, intervenir lo que no hemos dilucidado, equivale a lo que se conoce como “jugar con cándela”, pero en este caso la candela la estamos inyectando.

Para los que quieren entender es fundamental salirse de la esfera de la obediencia y de la fe y entrar en el de la ciencia y la evidencia. Cuando lo hagan, empezarán a ver que el punto no es que los que nos oponemos a inyectarnos vacunas seamos anti-ciencia.

El punto es que la CIENCIA ES ANTI-VACUNAS.

 

Carolina Contreras

Carolina es escritora e investigadora, economista e historiadora. Escribe colecciones de literatura para www.ellibrototal.com y tienewww.lapapeleta.com, un blog para espíritus independientes.
www.lapapeleta.com es su forma de borrar los límites y de ofrecerle a los demás sus ganas desaforadas de explorar, encontrar, saber y arder con la verdad.

 


(1) B. Goldman, “the Bodyguard: Tapping the Immune System’s Secrets”, Stanford Medicine, Summer 2011. Citado en: Roman Bystrianyk, Crucifying the Vaccine Heretics, 2014/10/09.

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Comentarios

Imagen de Cecilia

Excelente artículo. Absolutamente interesante y preocupante por todo lo que implica. Cuando se es una persona honesta se espera lo mismo por parte de los demás y de alguna manera cedemos la responsabilidad de las decisiones que tomamos en temas que no dominamos en los conocedores y expertos en los mismos. Que desacierto tan grande. Que horror tan espantoso. Que error tan crítico.
Los expertos no son tan expertos, ni tan conocedores, ni tan científicos, ni tan honestos. Y la humanidad si está siendo inmensamente vulnerable. Gracias por ayudarnos a abrir los ojos.

Imagen de Carolina Contreras

Con mucho gusto.
Vivimos en una era en la que no se puede confiar en el criterio "experto" de nadie.
Lo que dices es cierto. La gente suele juzgar a los demás según sus propios principios y forma de actuar. Los honestos piensan que los demás son honestos.

Y en este tema, además del fraude monumental en contra de la humanidad, también entra a jugar el hecho de que los médicos son tan manipulables como cualquier persona, e incluso más. Con sus absurdas jornadas de estudio en las que todo es memoria, (cero reflexión, cero investigación); con el miedo constante que les inculcan (miedo a que los otros sean mejores, miedo a equivocarse en un diagnóstico, a equivocarse en un tratamiento); con las jornadas de trabajo en las que atienden pacientes uno detrás de otro sin tener tiempo de casi nada, es fácil ver que la inmensa mayoría son personas muy vulnerables a ser víctimas de la propaganda de las farmacéuticas, para las que además trabajan.
Algunos saben que hay algo que está muy mal con las drogas que usan, pero prefieren hacerse los de la vista gorda y mantener sus ingresos y su reputación. Lo más triste es que la inmensa mayoría es incapaz de ver que no son más que marionetas en un juego que están muy lejos de entender.

 

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